La tradición del hammam

La tradición del hammam

Hammam (حمام) significa ‘baño’ en lengua árabe y aunque otras civilizaciones prehistóricas tenían baños comunales, fueron los griegos y los romanos quienes sistematizaron y sofisticaron el concepto, a una modalidad donde el agua caliente y el vapor constituían elementos fundamentales en el ritual de limpiar, purificar y relajar tanto el cuerpo como la mente. A estos recintos comunales de baños calientes tan popularizados en todo el Mediterráneo, Oriente Medio y África del Norte, también se les conoce como “hammam”, baños árabes, islámicos o turcos.
 
Los baños griegos y romanos, antecesores de los modernos “spas”, además de centros de higienización, eran recintos de esparcimiento e interacción social. En el caso de los griegos se incorporaron a los gimnasios y se complementaban con salas de estudio y lectura, además de cuartos de masajes. Los romanos por su parte. superaron en muchos aspectos los baños griegos. Se hicieron muy populares, muchos ubicaban en palacios donde se daba cita la clase privilegiada. Se sabe que algunos baños romanos podían acomodar entre 25, 000 a 30,00 personas.
 
¿Pero, cómo era la dinámica de los baños romanos? Todo un ritual de higienización, desintoxicación y terapéutico. El interior de las estancias y las piscinas de agua caliente se ambientaban mediante un sistema de hornos soterrados. Los bañistas entraban a un vestíbulo desde el cual accedían a una recamara donde se desvestían, para pasar directo al baño de agua fría (frigidarium), seguía la pileta de agua templada (tepidarium) y luego la de agua caliente (caldarium). El vapor les hacía relajarse y sudar, para que luego un empleado del recinto les lavara, les diese masajes y perfumase con aceites esenciales. La experiencia de estos baños, se puede decir, es una versión húmeda de una sauna.
 
De los romanos pasamos a los árabes musulmanes, quienes observando las propiedades y beneficios de estos baños para con los requisitos islámicos de higiene, no tardaron en adaptar el concepto a sus necesidades particulares; pues en el islam antes de cada una de las cinco oraciones diarias, practican unos rituales de limpieza y purificación personal conocidos como “Wudhu” (lavado parcial: rostro, brazos, manos, cabeza y pies) y “Ghusl” (baño completo). Así que entre los siglos VII y VIII, a pesar de la oposición de las escuelas islámicas más conservadoras, los baños de agua caliente y vapor se hicieron muy populares entre los musulmanes.
De las modificaciones musulmanas al concepto del “hammam”, se conoce que los musulmanes, preferían verter el agua de unas tinajas directamente sobre ellos, pues la sumersión comunal no les parecía higiénica. Luego a partir del siglo X, las mujeres comenzaron a usarlos bien fuese en edificios separados o estableciéndose horarios reservados para su uso exclusivo. Sabemos que era un lugar de encuentro social, así que para las mujeres musulmanas se convirtió también en centros de celebraciones antes de compromisos o bodas, también solían ir mujeres enfermas o quienes recién habían dado a luz, pues se le atribuía al agua caliente y al vapor beneficios terapéuticos.
Ya después del siglo XV las culturas bizantinas persas y turcas se influenciaron entre sí y el Imperio Otomano introdujo el concepto islámico del baño de agua caliente y vapor (hammam), en casi todas las ciudades bajo su poder en Europa Central y Oriental, igualmente en Asia y África del Norte.
 
En los baños islámicos o turcos según se practican hasta hoy día; los visitantes se desnudan, visten un peshtemal y luego pasan gradualmente de un cuarto frío a cuartos cada vez más calientes, induciendo el sudor y la desintoxicación del cuerpo. Luego, reciben generalmente un baño por parte de personal masculino o femenino (del mismo sexo del visitante), que implica el uso de jabón a base de aceite de oliva y otros compuestos naturales, además de un frotamiento vigoroso, antes de terminar enjuagándose ellos mismos con agua tibia.
Varios accesorios de la época romana sobreviven en los hammams modernos, como el peştemal o futa (una tela de algodón u otras fibras naturales que el hombre lleva alrededor de la cintura como un pareo, y la mujer a la altura del pecho; además de servir como toalla); los zuecos de madera (nalin), que evitan resbalar en el suelo mojado, y el “kese”, un guante áspero para lavar el cuerpo de forma vigorosa a fin de exfoliarlo.
 
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